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Carrier y Walmart, reflejos de un México sin rumbo

logo_carrierSon tiempos de incertidumbre política y económica en el mundo y México no es ajeno a este fenómeno. Normas comerciales y diplomáticas que se creían insacudibles se han desmoronado con asombrosa rapidez en los últimos meses y de esta inercia destructiva surgen oportunidades para replantear añejos conceptos en necesidad de una renovación, la relación del gobierno federal y estatal con la política industrial siendo uno de ellos.

Un par de días después de que el presidente electo Donald Trump anunciara que había llegado a un acuerdo con la empresa estadounidense Carrier para evitar el traslado de su fábrica de unidades de aire acondicionado a Nuevo León, Walmart anunció una inversión de 1,300 millones de dólares a nivel nacional durante los próximos tres años. Tal noticia fue bien recibida por la clase política y empresarial, al grado que el presidente de la república, Enrique Peña Nieto la consideró lo suficientemente importante para anunciarla personalmente. La respuesta ante ambas noticias dice mucho sobre la manera en la cual en este país se comprende el desarrollo económico.

El revés de Carrier causó un pequeño terremoto en los círculos políticos y económicos del país, ya que fue el primer indicio concreto de lo que será el futuro de las relaciones comerciales entre Estados Unidos y México, por lo menos en lo que se refiere a la inversión extranjera directa en nuestro país por parte del sector manufacturero. En un México donde la llegada de cualquier empresa con siglas foráneas es celebrada, sin consideración mayor al beneficio estratégico que puedan tener en nuestra eterna búsqueda de madurar nuestra economía a una etapa avanzada, naturalmente la noticia cayó como un balde de agua fría.

Por más de tres décadas, el crecimiento de la economía mexicana en buena medida se ha basado en otorgar amplias facilidades a empresas externas para la inversión en el país, especialmente para aquellas interesadas en explotar los bajos salarios nacionales para la barata manufactura de productos altamente rentables. La llegada de Trump a la Casa Blanca pone en riesgo este modelo, pero su fin debería ser bienvenido y no lamentado.

El actual modelo económico en México no solo no es sustentable, es completamente inapropiado tanto en la nueva era económica mundial como para un país con las características del nuestro. Si bien esta no es una crítica nueva, el mediocre desempeño de la macroeconomía en la última década hace evidentes las limitaciones del actual modelo. Las cifras y la trayectoria histórica de las naciones industrializadas hablan por sí mismas: no existe economía avanzada que haya superado la pobreza por medio exclusivo de la inversión extranjera y careciente del proteccionismo o un plan nacional de industrialización.

El periodo con más largo crecimiento continuo en la economía nacional fue durante la época del desarrollo estabilizador, que fue dominante durante los sexenios de las décadas de los cuarenta a setentas. Era un modelo adecuado para su tiempo; al mostrar indicios de agotamiento fue sustituido- lo mismo debe ocurrir con el sistema actual y Trump sin proponérselo puede ser el catalista para tal cambio.

En México obtener una inversión como la de Walmart o Carrier es visto como el objetivo final, no como un medio hacia otro fin mayor.

Un acuerdo con una empresa como Carrier se hubiera condicionado a varios factores, incluyendo un mínimo de compra de partes elaboradas por compañías mexicanas y alguna difusión local de su tecnología o conocimiento en el sector, algo que raramente ocurre en el país. Naturalmente, empresas como Walmart no tendrían lugar en tal esquema, ya que lejos de contribuir conocimiento o ayudar de alguna manera al desarrollo industrial del país solo crean un ambiente de competencia asimétrica con empresas locales.

Definitivamente existe un lugar para la inversión privada foránea en México, eso no está a discusión. Lo que sí debe empezar a formar parte de la conversación es como se integrarán tales inversiones de manera que faciliten el crecimiento natural de industria mexicana, que permita la eventual transición a una economía con el dinamismo e innovación de la norteamericana o china. El caso Carrier puede ser el comienzo de una manera más crítica e inteligente de formular políticas económicas arraigadas en la ciencia del fomento industrial y no en el fundamentalismo del mercado impulsado desde Washington que incluso allá se está quedando sin adeptos.


Fuente: La Voz Michoacana

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