Si la capacidad de crecimiento de la economía se midiera en términos demográficos, México sería el paraíso en el que cualquier marca quisiera nacer, operar y crecer. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población en el país durante 2015 alcanzo los 127 millones de personas, lo que es resultado de tasas de crecimiento anuales que se ubican en un promedio de 1.7 por ciento. Lo interesante es que, en la actualidad, el 53 por ciento de los mexicanos se encuentra dentro del rango de edad productiva, cifra que contrata con el 37 por ciento de personas en edad para laborar que se registraban en 1970. Aunque en primera instancia este panorama podría parecer favorable para los planes de crecimiento de toda la empresa, la realidad es que estamos frente a un cambio demográfico que modificará el l mercado laboral, situación que tendrá impactos relevantes en la relación ingreso- consumo.
De acuerdo con los especialistas, los efectos de este fenómeno no serán visibles hasta la siguiente década; sin embargo, se trata de una situación que demanda tomar acciones en el presente para blindar el ritmo de consumo en el futuro próximo a través del óptimo aprovechamiento de lo que se conoce como el bono demográfico, que se define como aquellas oportunidades que las encuentran para mejorar su crecimiento en función de la capacidad productiva de su población.
Los pronósticos de crecimiento económico al cierre de este año se ubican por debajo de 3 por ciento (para ser exacto, en 2.5 por ciento de acuerdo con el Fondo monetario Internacional), a lo cual se suma que el 60 por ciento de la economía tiene como base estructuras informales de empleo, lo que empeora si se considera la coyuntura económica global y sus impactos en el mercado mexicano, -enmarcada por la volatilidad del peso frente al dólar, el aumento en el precio de energéticos y el incremento en las tasas de interés, por ejemplo-. El cambio en los hábitos de consumo es evidente.
Estudios demuestran que 8 de cada 10 mexicanos perciben una situación de recesión en el país, por lo que encontramos una conducta de ahorro que limita el consumo activo de productos y modifica el comportamiento de compra y venta de la población mexicana.
El entorno económico que por definición plantea un clima de incertidumbre lleva al consumidor a tener pocas proyecciones a futuros; es decir temas como invertir para ahorrar no son parte de sus prioridades, situación que plantea riesgos a considerar para el modelo de consumo que hasta ahora premia.
Es aquí en donde tendencias como la rápida y creciente adopción de modelos como la economía colaborativa o la comercialización de bienes y servicios por suscripción (marketing suscripción) toman relevancia apalancados por las nuevas tecnologías.
México es el segundo país en America Latina con mayor penetración en iniciativas de economía colaborativa- modelo que aunque no es nuevo, todavía se encuentra en una etapa poco madura-, en donde los proyectos se encuentran distribuidos en mayor medida en los sectores de transporte (45 por ciento), financiero (18 por ciento) y servicio a empresas (12 por ciento).
Estamos encontrando nuevas maneras de consumir y aquí entra la tecnología.
La adopción de este tipo de soluciones corresponde a un insight que trasciende temas generacionales o de practicada, el cual se encuentra mucho más orientado a la constante búsqueda del consumidor por tener certidumbre del beneficio que tendrá por cada peso gastado, rentabilidad que, además, espera obtener al corto plazo.
Las marcas deberán de jugar parte de dos artistas principales. En primer lugar, deberán de ajustar su oferta ante tendencias de consumo cortoplacistas, caracterizadas por tickets menores con una frecuencia ,ayer ( entendiendo la dinámica que el factor precio juega).
Se trata de ofrecer productos de bajo desembolso, que no significa ofrecer productos de bajo desembolso, que no significa ofrecer un precio bajo desembolso, que no significa ofrecer un precio bajo necesariamente. Se trata de evitar que el gasto de los consumidores por cada acto de compra sea alto, (con la intención de) generar mayor engagement y sobre todo mantener el cumplimiento de sus objetivos de negocio.
Por otro lado, las marcas deberán de poner como tema prioritario ganar la confianza del consumidor, en temas mucho más complejos que el manejo ético de sus operaciones.
Para que el consumo interno se agilice, el consumidor deberá sentir certeza del terreno que pisa; es decir, tendrá que encontrar opciones que le prometan y le cumplan un mejor hoy y mañana, aspecto que hasta ahora ha dejado en manos de la iniciativa privada ante la poca confianza que expresa en las entidades de gobierno.
America Latina los organismos de gobierno y demás protagonistas del sector sólo son confiables para el 35 por ciento de los países son catalogados como como no confiables y no alcanzan el 50 por ciento de aprobación.
Las empresas son las entidades que mayor confianza generan entre los habitantes (69 por ciento), seguidas de las ONG (63 por ciento).
Capitalizar esta tendencia no sólo en beneficio propio, sino de la economía en general a mediano y largo plazo, demandará acciones que además de atender temas de responsabilidad social, ambiental y empresarial, deberán de reconocer el nuevo entorno de consumo que premia en el país con esfuerzos influyentes que apelen a segmentos poblacionales cuyas necesidades, hasta ahora, parecen poco atendidas.
Fuente: Merca 2.0